martes, 29 de diciembre de 2009

"Ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”

En el silencio de la noche, entre dolores de parto, se oye un llanto, leve al principio, vigoroso después. El llanto de un recién nacido, vulnerable. Una madre, joven, comienza a respirar de forma más sofocada. Un padre, inexperto, hace lo que puede por limpiar tanto al uno como a la otra. Por toda compañía, dice la tradición, una mula y un buey.


No interrumpen su rumia. En el silencio de la posada, algunos cambian de lado entre sueños. Qué habrá sido eso. Y siguen durmiendo ajenos a lo que sucede a unos metros de sus camas. Y, sin embargo, acaba de cambiar el curso de la Humanidad. Dios vuelve a hablar a su manera, desde el suave susurro de la brisa, desde la triste indiferencia de la noche.

Llega la hora del sueño para los pastores. Perra vida. Despojos de la sociedad judía. Los sucios a los que nadie quiere por compañía. Uñas negras, dientes sueltos. Desechos que viven entre ovejas. Qué paradoja: los elegidos, a ojos de Dios, para dar a conocer al hombre su verdadero rostro, criatura a su imagen y semejanza, por medio del niño.

Los primeros. De nuevo, el Misterio. “Ha nacido el Salvador, el Mesías, el Señor”, atrona una voz celestial. A duras penas entienden el mensaje. Se repite tres y hasta cuatro veces.

Dudas, miradas cruzadas, estupefacción. Y respuesta. Porque Dios no habla al oído, dispara directo al corazón, deseando que acoja su mensaje. Un requisito, sencillez, capacidad de escucha. Quien nada pierde, todo lo gana. Allá que se ponen en camino. Sin entender, confiados. Como un eco del primigenio fiat, de María, nueve meses antes.

Nunca obra tan importante contara con peor reparto. Un niño desvalido, una madre dolorida, un padre preocupado, hace frío, y un puñado de pastores imantados por una realidad que les supera. Un ángel pone la nota de glamour mientras que, de fondo, se oyen los balidos de las ovejas, probablemente el animal más idiota que hay sobre la tierra. Y, sin embargo, vio Dios que era bueno.

De lejos se oyen pisadas. Contra la luna tres siluetas recortadas. Camellos. Mejora el atrezzo. Llegan de donde nace el Sol. Son los Reyes de Oriente. Abiertos a la acción de Dios, buscaban una señal. Y la encontraron. Como los pastores, no dudaron en ponerse en camino en ese mismo momento. No hay nada más importante que encontrarse con el propio destino, que encontrarse con Dios hecho hombre. Nada. Bonita lección. Primero, pasan de largo. Hay bullicio ahí abajo. Qué harán esos pastores en aquel corralucho.

Sigamos. Pero la señal no se mueve. Y la curiosidad les puede. Se acercan sigilosos. Una mirada, una constatación. El cansancio del camino ha desaparecido, la inquietud de sus almas duerme y la claridad de la presencia divina se impone. Se postran delante del pesebre, incapaces de levantar la mirada. Siendo reyes se encuentran con el Rey; buscando el Poder, descubren un poder que cambiaría el mundo. Hermanados con los pastores en la adoración del niño, ya nada volvería a ser lo mismo.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Historia de Navidad: El pequeño Misha...

En 1994, dos americanos respondieron a una invitación del Departamento de Educación Rusa, para enseñar moral y ética (basado en principios bíblicos) en las escuelas públicas. Fueron invitados a enseñar en prisiones, negocios, departamentos de bombero y policía, y en un inmenso orfanato. Alrededor de 100 niños y niñas que habían sido abandonados, abusados, y dejados en cargo de un programa del gobierno, estaban en este orfanato. Ellos relatan esta historia en sus propias palabras.


Se acercaban los días de fiestas Navideñas, 1994, tiempo para que nuestros huérfanos escucharan por primera vez, la historia tradicional de Navidad. Les contamos como María y José llegaron a Belén. No encontraron albergue en la posada y la pareja se fue a un establo, donde nació el niño Jesús y fue puesto en un pesebre.

Durante el relato de la historia, los niños y los trabajadores del orfanato estaban asombrados mientras escuchaban. Algunos estaban sentados al borde de sus taburetes, tratando de captar cada palabra. Terminando la historia, le dimos a los niños tres pequeños pedazos de cartulina para que construyeran un pesebre. A cada niño le dimos un pedazo de papel cuadrado cortados de unas servilletas amarillas, que yo había traído conmigo pues no habían servilletas de colores en la cuidad.

Siguiendo las instrucciones, los niños rasgaron el papel y colocaron las tiras con mucho cuidado en el pesebre. Pequeños pedazos de cuadros de franela, cortados de un viejo camisón de dormir que había desechado una señora Americana al irse de Rusia, fue usado para la frazada del bebé. Un bebé tipo muñeca fue cortado de una felpa color canela que habíamos traído de los Estados Unidos.

Los huérfanos estaban ocupados montando sus pesebres, mientras yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban ayuda. Parecía ir todo bien hasta que llegue a una de las mesas donde estaba sentado el pequeño Misha. Lucía tener alrededor de 6 años y ya había terminado su proyecto. Cuando miré en el pesebre de este pequeño, me sorprendió ver no uno, pero dos bebés en el pesebre. Enseguida llame al traductor para que le preguntara al chico porque habían dos bebés en el pesebre. Cruzando sus brazos y mirando a su pesebre ya terminado, empezó a repetir la historia muy seriamente.

Para ser un niño tan pequeño que solo había escuchado la historia de Navidad una vez, contó el relato con exactitud… hasta llegar a la parte donde María coloca el bebé en el pesebre. Entonces Misha empezó a agregar. Inventó su propio fin de la historia diciendo, “ y cuando María colocó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar donde ir. Yo le dije, "no tengo mamá y no tengo papá, así que no tengo donde quedarme. Entonces Jesús me dijo que me podía quedar con El. Pero le dije que no podía porque no tenía regalo para darle como habían hecho los demás. Pero tenía tantos deseos de quedarme con Jesús, que pensé que podría darle de regalo. Pensé que si lo pudiera mantener caliente, eso fuera un buen regalo.

Le pregunté a Jesús, “ Si te mantengo caliente, sería eso un buen regalo?”
Y Jesús me dijo, “Si me mantienes caliente, ese sería el mejor regalo que me hayan dado".

Así que me metí en el pesebre, y entonces Jesús me miró y me dijo que me podría quedar con El… para siempre.”

Mientras el pequeño Misha termina su historia, sus ojos se desbordaban de lágrimas que les salpicaban por sus cachetes. Poniendo su mano sobre su cara bajó su cabeza hacia la mesa y sus hombros se estremecían mientras sollozaba y sollozaba.

El pequeño huérfano había encontrado alguien quien nunca lo abandonaría o lo abusara, alguien quien se mantendría con el… PARA SIEMPRE.

Gracias a Misha he aprendido que lo que cuenta, no es lo que uno tiene en su vida, si no, a quién uno tiene en su vida. No creo que lo ocurrido a Misha fuese imaginación. Creo que Jesús de verdad le invitó a estar junto a El PARA SIEMPRE. Jesús hace esa invitación a todos, pero para escucharla hay que tener corazón de niño.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Milagros de Navidad

Había una vez, en un pequeño pueblo, un viejo cura párroco famoso y respetado por su sabiduría y su bondad.

Su parroquia, bastante alejada de la plaza central del pueblo, se mantenía casi ignorada y oscura durante todo el año. Sin embargo cada diciembre, cuando se acercaba la Navidad la calle entera de la iglesia parecía adquirir luz propia. Es verdad que el desproporcionado árbol de Navidad que el anciano armaba en el ciprés de la vereda, frente a la iglesia, irradiaba un brillo incomparable, pero no era sólo eso. Cada ladrillo del frente del viejo edificio parecía iluminarse desde adentro y alumbrar la que hasta unas horas antes era una de las calles más oscuras del barrio. Desde la otra punta del pueblo se veía la luminosidad que parecía expandirse desde la vieja parroquia elevándose en el cielo.

Quizá por eso, quizá por la nobleza del viejo cura, hombre puro de alma y espíritu y sacerdote de fe inquebrantable, quizá por la suma de todas las cosas, la Navidad traía al pueblo un hecho que para muchos representaba su milagro navideño.

Cada año, para estas fechas, todos lo que tenían un deseo insatisfecho, una herida en el alma o la imperiosa necesidad de algo importante que no habían podido lograr iban a ver al viejo cura. El se reunía con ellos, los escuchaba, y los convocaba para que prepararan su corazón para un milagro antes de las doce de la noche del veinticuatro de diciembre.

Cuando el día esperado llegaba y todos estaban reunidos frente a la parroquia, el cura encendía todavía algunas velas más alrededor del árbol, y luego recitaba una oración en voz muy baja... como si fuera para él mismo. Dicen... que cada Navidad Dios escuchaba las palabras del párroco cuando hablaba.

Dicen que a Dios le gustaban tanto las palabras que decía, dicen que se fascinaba tanto con aquel árbol de Navidad iluminado de esa manera, dicen que disfrutaba tanto de esa reunión cada Nochebuena... Que no podía resistir el pedido del cura y concedía los deseos de las personas que ahí estaban, aliviaba sus heridas y satisfacía sus necesidades. Cuando el anciano murió, y se acercaron las navidades, la gente se dio cuenta que nadie podría reemplazar a su querido párroco. Cuando llegó diciembre, sin embargo, decidieron de todas maneras armar el árbol de Navidad frente a la parroquia e iluminarla como lo hacía en vida el sacerdote.

Y esa Nochebuena, siguiendo la tradición que el cura había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos insatisfechos se reunieron en la vereda y encendieron velas como habían aprendido del viejo párroco...

Se hizo un silencio. Nadie sabía lo que el viejo párroco decía cuando el árbol se iluminaba por completo... Como no conocían las palabras, empezaron a cantar una canción, recitaron unos salmos, y al final se miraron a los ojos compartiendo en voz alta sus dolores, alegrías y temores en ese mismo lugar, alrededor del árbol. Y dicen... que Dios disfrutó tanto de esa gente reunida alrededor del ciprés, frente a la vieja parroquia, hermanados en sus deseos... que aunque nadie dijo las palabras adecuadas, igual sintió el deseo de satisfacer a todos los que ahí estaban. Y lo hizo.

Desde entonces cada Nochebuena en aquella parroquia, alrededor de ese árbol tan especial, algunos milagros ocurrían, posiblemente en honor o quizá (¿por qué no?) por influencia del cura párroco. El tiempo ha pasado y de generación en generación la sabiduría se ha ido perdiendo...

Y aquí estamos nosotros. Nosotros no sabemos cuál es el pueblo donde está la parroquia. Nunca conocimos al bondadoso anciano y mucho menos sabemos cuáles eran sus mágicas palabras...

Nosotros ni siquiera sabemos cómo armar nuestro árbol de la manera en que él lo hacía... Sin embargo, hay dos cosas que sí sabemos: sabemos esta historia, y sabemos que se acerca la Navidad. Y dicen... que Dios adora tanto este cuento... que disfruta tanto de las historias navideñas, que basta que alguien cuente esta leyenda y que alguien la escuche... para que él, complacido, satisfaga cualquier necesidad, alivie cualquier dolor y conceda cualquier deseo a todos los que todavía, aunque sea un poco, creen en la magia de la Navidad. ¡Ojalá sea cierto!

jueves, 17 de diciembre de 2009

Historia de Navidad

En ocasiones pensamos que nuestros problemas son los más grandes del mundo.

Algo parecido le sucedió a un muchacho llamado Francisco, hasta que le sucedió un encuentro inesperado con una señora.Frank, así le llamaban, siempre había sido un buen estudiante y deportista. En sus estudios, era un alumno sobresaliente.

Le gustaba el básquetbol y sabía jugarlo. En su casa le llamaban "el atleta de la temporada" y él se sentía feliz. Se había preparado especialmente para jugar la próxima temporada. Incluso había comprado unos tenis muy suaves y cómodos para jugar.

Tal vez por esa situación tan halagadora le produjo un gran dolor cuando al leer la lista de los seleccionados no se encontró en ella.Lleno de esperanzas buscaba frenéticamente su nombre, pero no estaba.Ese día sintió como si hubiera dejado de existir, como si se hubiese vuelto invisible.

Muy triste salió de los vestidores, tratando de encontrar una explicación a su exclusión del equipo.Caminó durante un buen rato pero nada lo consolaba.Duró varios días de mal humor, no queriendo hablar con nadie y respondiendo mal a sus padres cuando intentaban acercársele.Nada le agradaba.

Pero un día de mucho frío y lluvia, tomó el autobús de costumbre y se sentó cerca del chofer.

Una mujer muy adelantada en su embarazo con paso lento subió al camión y se sentó detrás del asiento del chofer.

Entonces el chofer le preguntó en voz alta:"¿Dónde están sus zapatos, señora? Porque afuera habrá sólo diez grados".

Francisco no se había fijado, pero efectivamente la señora iba sólo con unas calcetas medio mojadas.

La señora le contestó al chofer:"No puedo darme el lujo de tener zapatos. Subí al autobús sólo para calentarme los pies. Si no le importa viajaré con usted un rato".

El chofer se rascó su cabeza calva y exclamó:"Sólo dígame cómo es que no puede permitirse unos zapatos."

La señora le dijo:"Tengo ocho hijos. Todos tienen zapatos. No quedó dinero para mí. Pero está bien, el Señor cuidará de mí."

En ese momento Frank miró hacia abajo, observó sus nuevos tenis Nike de Básquetbol. Sus pies estaban cálidos y cómodos, igual que siempre. Y entonces miró a la mujer, sus calcetas estaban desgarradas.

Pensó que esa persona era "invisible" en otro sentido. Era una señora marginada y olvidada por la sociedad.

Él siempre podría darse el lujo de tener zapatos. Ella tal vez nunca.

En un momento se quitó los tenis. Pensó que tendría que caminar tres cuadras, pero el frío nunca le había molestado.

Cuando el autobús se detuvo en la parada final Frank esperó hasta que todos se hubieran bajado. Entonces recogió sus tenis, se acercó a la mujer y se los entregó diciéndole: "Tenga señora, usted los necesita más que yo".

No esperó a que le diera las gracias, sino que bajó de prisa sin darse cuenta que caía en un charco.

No importaba, no sentía el frío.

En eso escuchó a la señora que desde la ventana del autobús le decía: "Mira, ¡me quedan perfectos!".

A la vez, el chofer le preguntaba  "¿Cómo te llamas muchacho?".

Él respondió, "Frank".

El chofer le dijo: "Muy bien, Frank. En mis veinte años de chofer nunca he visto algo semejante".

La mujer, llorando, le decía al chofer:  "Ya ve. Le dije que el Señor cuidaría de mí"

Y volviéndose, dijo:  "Gracias Frank".

"No hay de qué. No es gran cosa; además es Navidad", respondió Frank, quien se dirigió a su casa con los pies helados pero con el corazón contento y riéndose por haberse preocupado de no jugar con la selección ese año.

Autor: José Martínez Colín
Sacerdote - Ingeniero

EL CARPINTERO

Había una vez un viejo carpintero que, cansado ya de tanto trabajar, estaba listo para retirarse y dedicarle tiempo a su familia. Así se lo comunicó a su jefe, y aunque iba a extrañar su salario, necesitaba retirarse y estar con su familia; de alguna forma sobrevivirían.

Al contratista le entristeció mucho la noticia de que su mejor carpintero se retiraría y le pidió de favor que si le podía construir una casa más antes de retirarse. El carpintero aceptó la proposición del jefe y empezó la construcción de su última casa pero, a medida que pasa el tiempo, se dio cuenta de que su corazón no estaba de lleno en el trabajo.

Arrepentido de haberle dicho que sí a su jefe, el carpintero no puso el esfuerzo y la dedicación que siempre ponía cuando construía una casa y la construyó con materiales de calidad inferior. Esa era, según él, una manera muy desafortunada de terminar una excelente carrera, la cual le había dedicado la mayor parte de su vida.

Cuando el carpintero terminó su trabajo el contratista vino a inspeccionar la casa. Al terminar la inspección le dio la llave de la casa al carpintero y le dijo: "Esta es tu casa, mi regalo para ti y tu familia por tanto años de buen servicio".

El carpintero sintió que el mundo se le iba... Grande fue la vergüenza que sintió al recibir la llave de la casa, su casa. Si tan solo él hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa, lo hubiese hecho todo de una manera diferente.

Tú eres el carpintero. Cada día martillas un clavo, pones una puerta, o eriges una pared. Alguien una vez dijo: "La vida es un proyecto que haces tú mismo. Tus actitudes y las selecciones que haces hoy construyen la casa en la cual vivirás mañana".

¡Construye sabiamente!

miércoles, 9 de diciembre de 2009

TU ELIGES...

-Tu eliges ver este día con optimismo o con pesimismo.

-Tu eliges poner garra en este momento o mirar con indiferencia a tu alrededor.

-Tu eliges respetarte a tí mismo o mentirte.

-Tu eliges comprometerte en todos tus proyectos o justificarte cuando no llegas a tus metas.

-Tu eliges ser responsable o sentirte víctima.

-Tu eliges ser autocrítico o ver en los demás a los culpables de tus resultados.

-Tu eliges mejorar las relaciones con tus padres/amigos o esperar que ellos lo hagan.

-Tu eliges ser protagonista o espectador en la vida.

-Tu eliges asumir o dejar pasar.

-Tu eliges correr riesgos o transitar por el aburrimiento.

-Tu eliges la autoexigencia o lo permisivo para tu vida.

-Tu eliges la humildad o la arrogancia.

-Tu eliges tomar tus decisiones o dejar que la vida las tome por tí.

-Tu eliges escucharte o interrumpirte.

-Tu eliges escuchar o interrumpir a los demás.

-Tu eliges ganar o perder.

-Tu eliges seguir como hasta ahora o cambiar.

TU ELIGES....!!!